sábado, 22 de diciembre de 2012

Mirar hacia un lado de la cama y allí estaba el

Necesito acariciar su pelo mientras duerme, tocar sus manos pálidas y blancas posadas encima de la almohada, dibujar corazones en su abdomen y fijarme en la pequeña sonrisa que le sale al hacerle cosquillas con una pluma en la mejilla.
Pellizcarle por el cuello, como si se tratase de una mariposa pequeña e insignificante.
Acercarme a el y oler el perfume de la noche anterior que todavía sigue cobrando vida en el, ese deseo incandescente que me provoca el morderle en el cuello pero con el miedo de no asustarle me muerdo mis propios labios.
Ver esa vibración tan espectacular que emiten sus pestañas mientras duerme y despertarlo con mi risa contagiosa según el, mi risa de "pillina".
Mirarle fijamente no quitar la mirada sobre su rostro y pensar que es lo único que necesito ver al despertarme por la mañana.
El ha sido la persona elegida, el que ha dejado una huella en mi cama, el que ha tomado el control de mis labios y la manipulación de mis pensamientos.
Escuchar las primeras palabras del día "Princesa, se que seguirías a qui conmigo hasta por la mañana y que no te marcharías dejándome una pequeña despedida ahogada en un papel perfumado, por eso te elegí a ti y supe desde el primer momento que no me fallarías".
En ese momento no tener palabras para decirle y lo único que se me viene en mente son las ganas de comértelo a besos.
Mientras se despierta le susurro al oído nuestra melodía favorita y al tatareársela se va levantando, acercándose a mis labios impidiéndome seguir cantando  nuestra canción.
Esto se convierte en un juego, salgo a correr y rápidamente sale detrás de mi, solo y únicamente para robarme un beso.
Verdaderamente me enloquece con su forma de amar, con su forma de mirarme a los ojos y saber en ese mismo instante lo que me quiere transmitir con ellos, verdaderamente es la persona responsable de mi felicidad.
Reflejarme en la perfección de su sonrisa, hasta en la imperfección de cada uno de sus detalles.
Aliviarme el dolor de mis caídas con su dulce voz y apresurarse a decir que "tranquila, estoy aquí".


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